Andrés Bernasconi es profesor titular de la Facultad de Educación de la Pontificia Universidad Católica de Chile y director del Centro Justicia Educacional (CJE). En diálogo con PERFIL, cuenta cómo es la educación de su país, algunas de las diferencias educativas con Argentina y cómo es la denominada gratuidad en las universidades.
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A diferencia de lo que ocurre en Argentina, en Chile se pagan instituciones tanto públicas como privadas. “Entonces, el ser estatal no te da ninguna ventaja en términos de desembolsos porque las familias tienen que pagar en ambas. Los precios en promedio de las universidades estatales no son más baratos que los de las privadas. Hay un sistema de autofinanciamiento, por así decirlo. El financiamiento privado de la educación superior está basado en el pago de los estudiantes de colegiatura”, explica.
Hasta 2016 los estudiantes se iban distribuyendo entre las universidades según los resultados que obtuvieran en la Prueba de Selección Universitaria (PSU).
Ese puntaje habilita a los jóvenes a entrar a una institución de acuerdo a los requisitos de ingresos de cada establecimiento. “Las universidades mejores tienen puntaje de selección más alto y las más débiles, más bajo, pero entre las segundas hay privadas y públicas”, explica Bernasconi y agrega: “Entonces, al final lo que tú tienes es que los estudiantes de clase media, media y alta van a universidades públicas o privadas indistintamente pero con elección selectiva”.
Con la reforma educativa impulsada por el gobierno de Michelle Bachelet en 2016, lo que se hizo fue ir expandiendo las ayudas financieras, la forma de becas, créditos subsidiados, y establecer la gratuidad universitaria. “Al igual que en Estados Unidos, nosotros teníamos un sistema denominado de alto arancel, alta ayuda financiera. Y eso se expresaba en que, más o menos, la mitad de los estudiantes tenían beca o crédito. Esos eran unos 600 mil estudiantes de 1.200.000 jóvenes que estaban en el sistema”, dice el director del CJE. “Con el tiempo, las condiciones de pago y los créditos se fueron ablandando. Ahora ese crédito es un crédito que tú pagas solamente hasta el 10% de tu ingreso –si no tienes ingresos, no pagas nada– y se condona la deuda después de 15, 20 años, según las condiciones del crédito, con una tasa de interés del 2%. Hace tres años se tenían unos 300 mil estudiantes con créditos, 300 mil con beca y 600 mil sin nada. Con la gratuidad, hoy día se está cubriendo como el 25% del total de los estudiantes de pregrado del sistema”. Cabe destacar que el pregrado en Chile es lo que en Argentina denominamos grado (licenciaturas, ingenierías, abogacía, etc.). Y en el caso de nuestro país se denomina pregrados a las tecnicaturas de hasta tres años.
Requisitos. Bernasconi aclara que para tener acceso a la gratuidad las universidades tienen que estar inscriptas en el programa. Es así que las instituciones estatales figuran todas, mientras que en las privadas es voluntario, es decir, ellas tuvieron que haber optado por entrar a la gratuidad, pero igualmente tienen que tener un alto nivel de acreditación. Así, de las 160 instituciones de educación que hay en Chile, más o menos 40 están en el programa de gratuidad.
Para acceder a esta gratuidad, los estudiantes también tienen que estar o pertenecer a familias que están en los seis deciles de más bajos ingresos de la distribución en el país. De allí que solamente el 25%, o algo así como 300 mil estudiantes, están en la gratuidad.
Bernasconi aclara que esta gratuidad ha ido sustituyendo las becas pero no el crédito. “El crédito funciona para los estudiantes que no tienen gratuidad porque están en el decil 7 o más alto, o estudian en una universidad que no está participando en el programa.
Con respecto a la inquietud sobre si esta gratuidad trajo algún tipo de beneficios, Bernasconi reconoce que aún es difícil saberlo, pera ya se ha empezado a estudiarlo con los datos preliminares que ha ido presentado el propio Ministerio de Educación de su país. Lo que sí les llama la atención es que hay un grupo de estudiantes que no había accedido a la educación superior y ahora lo ha hecho pese a que en el esquema anterior podía acceder a becas y créditos. “Se estima que son el 15% de los entrantes al primer año. No se sabe qué ocurre porque esos estudiantes en el sistema antiguo habrían tenido una beca o una ayuda. Quizás una de las diferencias que haya tenido impacto en la decisión de los estudiantes más pobres de ir a la universidad es que se ve la gratuidad como derecho. Lo otro que es importante para algunas universidades, que son las más caras, es que la beca cubría hasta un cierto monto y la diferencia la tenía que pagar el estudiante”, enumera. “La gratuidad no cubre el arancel que quiera cobrar la universidad sino que el gobierno decide hasta qué nivel da el financiamiento per cápita. Pero a la casa de altos estudios, que está en gratuidad, se le prohíbe cobrar nada extra al estudiante. Entonces, es una condición más ventajosa para el alumno porque tienen garantía de que no se le va a cobrar nada extra”, concluye Bernasconi.